La Virgen de Medjugorje - La Eucaristía
La eucaristía es el momento culmen de la Iglesia, el momento Santo donde Jesús realiza nuevamente su sacrificio por todos los hombres. El pan y vino ofrecidos por todo el pueblo, por acción del Espíritu Santo, en el altar del sacrificio de Jesús que vuelve a realizarse, se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo. Lo que se llama la transustanciación, es decir la sustancia del pan y del vino se transforman en la sustancia del cuerpo y sangre de Jesús, sin cambiar el aspecto y el sabor del pan y del vino ofrecidos a Dios.
Mucho se ha escrito sobre la Eucaristía, y la Santa Misa, sólo realizaré una reflexión que nos pueda acercar un poco a tan maravilloso misterio.
Quisiera empezar esta reflexión con lo que significaba la Eucaristía para el nuevo Beato Carlo Acutis. Para él su gran Amor era Jesús presente en ella. Por ello asistía a misa todos los días y realizaba adoración eucarística antes o después de cada misa. El decía: "la Eucaristía es mi autopista hacia el Cielo" . Que hermoso testimonio que nos ha dejado para todos aquellos que como él queremos seguir esa autopista.
María la Madre de Dios, nos acerca una primera exhortación a través de una revelación privada a uno de los videntes de Medjugorje, y dice así: “Si no os preparáis para vivir la Misa con un corazón abierto, mejor quedaos en casa” “En ningún otro lugar mi hijo derrama tantas gracias como en la Eucaristía, comulgar es más que ser vidente”
Son innumerables los milagros y gracias que realiza Jesús a quienes celebran la Santa misa y reciben la comunión de su cuerpo y sangre. Inclusive milagros y gracias para otras personas por las cuales ofrecemos la misa celebrada y vivida.
¿Qué significará prepararnos a la Santa Misa con un corazón abierto? ¿A qué se refiere la Santa Madre?
Llevar un corazón abierto, primeramente implica aceptación de uno mismo, tal cual uno es, con virtudes y limitaciones. Es decir asumir nuestra naturaleza débil, con tendencia al pecado, y que dicha naturaleza puede ser dominada y controlada por la gracia que otorga nuestro Señor Jesucristo, para hacer el bien. Es abrirnos a la misericordia de Dios con fe y esperanza de ser alcanzados por Él, para nuestra redención y santificación. Es acercarnos con humildad y sencillez ha recibir gratuitamente, sin merecimiento alguno, su cuerpo y su sangre que nos purifica y nos pone en comunión con toda su iglesia peregrina y celestial. Es llegar reconociendo que en nuestro corazón, existe un vacío que sólo el puede llenar para experimentar su Paz y Gozo de su Santa presencia. Es presentar un corazón humillado para que sea levantado y reconfortado en su Gloria. Es disponer todo nuestro ser para escuchar su Palabra que nos invita a guardarla en nuestro interior y hacerla vida, para que de frutos en abundancia. Es estar dispuesto a recibir su voluntad sobre nuestras vidas, pues ella nos llevará a la santidad que tanto anhelamos. Es estar abiertos a su Magnificencia que se presenta tan simple como el "pan y el vino" Es reconocer que en ella somos recibidos y acogidos por un Amor tan grande que rebalsa nuestro ser y se derrama a todos con quienes nos cruzamos en la vida. Es posicionarnos como hermanos e hijos de un único Dios. Es disponernos a celebrar los más Sagrado que puede existir en la tierra y en el cielo: La Eucaristía: Jesús mismo, por voluntad del Padre en comunión con el Espíritu Santo.
Por ello María nos interpela con esta afirmación: “Si en lugar de llegar corriendo a Misa podéis llegar un poco antes para prepararos y después de haber comulgado, si os podéis quedar, tomad tiempo con Jesús para hablarle, si hacéis esto hijitos, veréis muchos milagros en vuestras vidas y menos enfermos de la mente, del corazón y del cuerpo en medio de vosotros.”
Cuan importante es esta recomendación y exhortación que nos hace nuestra querida Madre, para poder celebrar dignamente la Santa Misa. Es necesario llegar con tiempo para poder con la ayuda del Señor, por medio de su Santo Espíritu, despojarnos de todas nuestras cargas (preocupaciones, enojos, angustias, miedos, heridas, etc.) que no hemos podido dejar antes de entrar al templo donde se realizará la Santa Celebración, y que no nos permiten preparar el corazón, para todo lo que Jesús quiere darnos, decirnos, comunicarnos y regalarnos a través de su gracia. Muchos serán los milagros en nuestras vidas, nos promete María, si antes o después de la celebración, dialogamos y escuchamos a su Hijo. No entremos y salgamos como si fuéramos al teatro o al cine. Pues de esa manera perderemos todo y sólo nos quedará nuestra humanidad insatisfecha, que corre el riesgo de buscar, en muchos otros lugares del mundo su satisfacción. Y este es un riesgo mortal, que no vale la pena asumir.
Muchos milagros eucarísticos han ocurrido durante la historia del cristianismo, en las celebraciones de la Santa Misa, para aumentar nuestra fe y en algunos iniciar procesos de conversión, caminos de renovación, senderos de comunión verdadera, perdón en las comunidades y en cada corazón humano. Estos ocurrieron también para que creyeran todos los hombres, y se convirtieran aunque sea por los signos, si no escuchan o no los convence su Palabra. El beato Carlo Acutis era consciente de ello y por eso a través de las nuevas tecnologías, transmitía todo lo posible acerca de la Eucaristía y manifestaciones milagrosas, para que todos puedan enamorarse de un Jesús vivo que tanto lo cautivaba y amaba.
La Santa Misa tiene, como toda celebración, sus partes, que van amasando el corazón y preparándolo para el momento culmen donde todos estamos unidos y en comunión con toda la iglesia en el Cielo y la peregrina en la tierra: el momento de pedir perdón por nuestros pecados; la escucha de la Palabra; la oración de los fieles, del pueblo de Dios; la consagración de las ofrendas de pan y vino que se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo; la comunión: recibir en nuestro cuerpo y alma, el cuerpo y la sangre de Cristo. Todo esto sucede milagrosamente por la Acción del Espíritu Santo quien siendo AMOR moviliza y consuma todo lo vivido, para la Gloria de Dios. Todo se hace por Él. Porque a Él nos debemos, porque nos ha dado todo, la vida, dones, capacidades, inteligencia, libertad, voluntad, a su propio Hijo para redimirnos, salvarnos y darnos por su sacrificio, la vida eterna, perdida por nuestro pecados. ¿ Cómo no ir a celebrar la Santa Misa?
María finalmente nos dice y exhorta: “Hijos, asistid a Misa cada vez que las circunstancias lo permitan”“… Que la Santa Misa, hijitos, no sea una costumbre sino vida. Viviendo cada día la Santa Misa sentiréis la necesidad de santidad y creceréis en la santidad…”
No podemos dejar de citar la última cena del Señor que la celebramos en semana Santa y en cada misa: " Llegó el día de los Azimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: «Vayan a prepararnos lo necesario para la comida pascual». Ellos le preguntaron: «¿Dónde quieres que la preparemos?». Jesús les respondió: «Al entrar en la ciudad encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, y digan a su dueño: El Maestro manda preguntarte: "¿Dónde está la sala en que podré comer la Pascua con mis discípulos?". El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones: preparen allí lo necesario». Los discípulos partieron, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes." (Lc 22, 7-20)
El mismo Jesús desea ardientemente realizar esta cena con sus discípulos, que es la misa que celebramos también como discípulos suyos. Esta cita bíblica que es Palabra de Dios y Verdad, se actualiza se realiza nuevamente en cada eucaristía en la que participamos. En aquel momento y en nuestro tiempo actual, es lo más Sagrado a lo que el hombre puede acceder, con plena libertad. Ningún acontecimiento puede superar la cena del Señor. Nada mundano puede compararse con ello. Pero lo recibido en la cena del Señor si puede trasladarse y ser compartido, en la mesa familiar y la mesa con los mas pobres y necesitados. Es allí donde Jesús quiere continuar la celebración derramando su Amor, en aquellos que nos acompañan y en aquellos extraños que se cruzan en nuestro camino. Cuan dichoso es aquél que comparte y transmite las gracias recibidas. Pues Jesús se hace pan, alimento para la humanidad, para ser partido y repartido entre todos los hombres. Su amor no queda encerrado entre las paredes de un templo, sale impulsado a través de los corazones de los hombres, por acción del Espíritu Santo para donarse a todos, sin excluir a nadie.
Pidámosle a María que nos siga asistiendo e impulsando a que la misa sea vida para nosotros y así vivamos desde ahora el Reino de Dios, aunque aún no halla llegado a su plenitud.
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