La alianza Mesiánica de Jesús y María en Pentecostés
Es necesario reflexionar sobre algunos versículos del libro de los hechos para poder llegar al momento de Pentecostés y seguir profundizando la alianza mesiánica de Jesús y María.
Partiremos nuestra reflexión en el momento en que Jesús Glorificado, Resucitado, se eleva a los cielos.
Texto
Antes de ascender a los cielos Jesús se dirigió a sus discípulos con estas palabras: "Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir». (Hch. 1, 8-11) "Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." Hch. 1, 13-14
Comentario
Jesús ha convocado a sus discípulos para ser testigos de su partida al Reino de donde vino, y estar nuevamente junto al Padre. Imagínense el desaliento, tristeza de los discípulos, al comprender que Jesús se esta despidiendo de ellos. Pero Jesús antes de partir, les comunica algo muy importante y clave para nuestra reflexión: "recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra". Seguramente en ese momento los discípulos no podían comprender la profundidad de lo que Jesús les anunciaba.
El Espíritu Santo que es Amor que une al Padre y al Hijo, es el mismo Espíritu que por Amor concibió en el seno de María a Jesús y la colmó de gracia en su corazón maternal, para que cuidase de Jesús y después cuidase de toda la humanidad, es decir, de los hijos adoptivos de Dios Padre: rescatados, redimidos y salvados por el Sacrificio y Resurrección de Jesús. Espíritu que unió para siempre el corazón de María y Jesús.
Con esta promesa hecha por Jesús glorificado y ascendido a los cielos, los discípulos emprenden camino "del monte de los olivos a Jerusalén". Dice el texto que "Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos."
En este último relato hay unos detalles importantes. Los discípulos llegan a una sala donde solían reunirse, de una forma especial: íntimamente unidos a través de la oración que hacían junto a María y otras mujeres. Aquí lo novedoso y hermoso del texto es que que esta intimidad se da junto a María, Madre de Dios, unida siempre a Jesús por su alianza, que es alianza del Padre a través del Espíritu Santo. No es cualquier reunión discipular. En el centro de la reunión, está Jesús, a través de la oración, la suplica y la alabanza. Y como no podía ser de otra manera, es María quien, en alianza profunda con el corazón de Jesús, como lo hizo en toda su vida, guía, conduce y alienta a estos discípulos desconcertados con lo que les ha sucedido: Jesús ha partido y les ha dejado una promesa que como dijimos no comprenden todavía. Seguramente María es, quien a pesar de la fe delicada y frágil de los discípulos, la que los guía a través de la oración, constante y diaria, ayudándolos a experimentar una profunda intimidad entre ellos y Jesús. Cuan importante es María para los discípulos, para poder trascender estos hechos que acaban de vivir y que los ha dejado perplejos, sin comprender mucho la tarea encomendada por Jesús: "serán testigos en Jerusalén".
María la Mujer que desde la anunciación hasta la muerte de Jesús en la cruz, es la que por la gracia del Espíritu Santo, puede recibir cada Palabra de Jesús, guardarlas en el corazón, para comunicárselas a los discípulos, que todavía no han recibido al Paráclito. Así María, acompaña y guía en la tierra, la nueva Iglesia de su Hijo que se va gestando según la voluntad de Dios. No podría ser de otra manera. María portadora del Espíritu Santo es quien acompaña a los discípulos y los prepara a través de la oración para recibir al Paráclito prometido por Jesús. Pues sólo en intimidad con el corazón de María y de Jesús a través del Espíritu Santo, la Iglesia podrá realizarse y se realiza en la historia. Y de hecho, así lo ha sido hasta el día de hoy esperando la parusía: la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo.
Ahora si podemos contemplar el siguiente texto de Pentecostés.
Texto
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse." Hch 2, 1-4
Comentario
El texto empieza diciendo que "estaban todos reunidos en el mismo lugar". El lugar es aquella sala en que se reunían a orar junto a María. Seguramente unidos en profunda intimidad orando y alabando al Señor, como María les habrá enseñado durante todo ese tiempo de espera de la promesa de Jesús :el envío del Paráclito. Encontramos así a María cumpliendo la voluntad del Padre pronunciada por Jesús: "«Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre»." Jn. 26-27 Cuan misterioso y bello es la alianza mesiánica de Jesús y María, pues es Ella la Mujer, como dijo Jesús, que siempre está presente en los momentos claves de la revelación de los misterios divinos de Dios. Cuando los discípulos reunidos en intimidad y en oración recibieron el Espíritu Santo seguramente comprendieron y experimentaron con profundidad, dentro de sus posibilidades humanas el Amor divino de Dios Padre, unidos a los corazones de Jesús y María. Y llenos del Espíritu Santo podían expresar ese Amor en diferentes lenguas "según el Espíritu se los permitía"
Podemos ver también como Dios quiere que su Alianza sea comunitaria y transmitida a todos a través de las expresiones que salían del corazón y los labios de cada discípulo. Los discípulos no se quedan en la su sala de reunión contemplando al Espíritu Santo recibido, sino que salen al encuentro de las personas que necesitan ser anunciadas sobre el Reino de Dios. El Espíritu Santo moviliza, dinamiza los corazones y los impulsa por su Amor, a dar testimonio de la Alianza con el Padre, que Jesús ganó con su muerte de cruz y resurrección. Todo lo que Jesús les había enseñado y testimoniado con su vida, y todo lo que María les había recordado de su Hijo en la espera del Paráclito, en ese misterioso y real momento, el Espíritu Santo lo sellaba y penetraba en lo más profundo de los corazones de aquellos discípulos. Con el Gozo y alegría, tal como lo había experimentado María en la anunciación, gozo que sólo viene de Dios, así salían los discípulos ante las personas para expresarse en distintas lenguas. Todos los entendían, nadie quedaba fuera. Así es el Amor de Dios, todo lo abarca. Así es el Amor mesiánico que une los corazones de Jesús y María.
Cuanta Gracia derramada en ese hecho real e histórico en la historia de salvación de Dios a la humanidad. Un Dios que nos dio su Amor a través de su Hijo y el Espíritu Santo. Y no conforme con ello, nos dejó a María la Madre de Dios, que unida al corazón de Jesús, es mediadora y Madre de todos los hombres.
Pidamos a Jesús y a María que viven a través de sus corazones en alianza con el Espíritu Santo, poder junto a otros, recibir y transmitir esa experiencia de Amor, que es la voluntad de nuestro Padre Dios.

Comentarios
Publicar un comentario
Los comentarios deberán ser siempre respetuosos sin ningún tipo de violencia o agravio