La aparición de la Virgen María de Guadalupe
María, Madre de Dios, en la historia del hombre no deja de cumplir el mandato de Dios recibido a través de Jesús en la cruz: "Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre» "(Jn 19, 26-27a) Nuestra querida Madre, dada por Jesús para todos nosotros y los hombres de todos los tiempos, no ha dejado de asistirnos con su Amor, su ternura y mensajes de Dios para nosotros. Estos mensajes y experiencias vivas del Amor de Dios a través de María han sido revelaciones privadas a personas humildes y sencillas de corazón. Personas capaces de abrazar y transmitir fielmente el mensaje de Dios, dado por nuestra Madre.
Las apariciones de la Virgen María, llevando a cabo su misión de acercarnos al corazón misericordioso de su Hijo, ha estado presente en muchos lugares del mundo, en distintos momentos de nuestra historia.
¡Cuánto Amor derramado de la Santísima Trinidad a través de la Virgen María Madre de Dios!
Hoy quiero invitarlos a reflexionar con una de sus apariciones, en México, bajo la advocación de María de Guadalupe. Guadalupe es el nombre que tradicionalmente se le dio a la Santísima Virgen por sus pobladores en aquel momento.
No es mi intención contar la historia de la aparición de María en México, sino hacer una reflexión que nos ayude acercarnos a María y a través de ella al corazón misericordioso de su Hijo.
Según mis averiguaciones en distintas fuentes, todo comenzó un sábado de 1531 a principios de diciembre. Como verán, varios siglos atrás. Resulta que un indígena llamado Juan Diego que se dirigía de madrugada a la ciudad de México, a escuchar la Santa Misa, pasando por un cerro, el Tepeyac. En el camino, se le apareció la Virgen María, que hablando en lengua azteca, le dijo quien era y que debía transmitirle un mensaje a un Obispo.
Este hablar de María en la lengua azteca, con que habitualmente habla Juan Diego con sus contemporáneos, no es un detalle menor. Esta forma de expresarse de María, nos dice como Dios en su misión, elige también una manera de evangelizar que hoy llamamos inculturación, es decir, Dios toma las características de la cultura, a la cual se dirige, para llegar con sencillez y cercanía a la humanidad. Podríamos mencionar muchas parábolas con que Jesús enseñaba a la gente de su época, porque esa era la manera de explicar y enseñar en aquellos tiempos. Dios siempre se manifestó y respetó nuestras culturas, para ser mas cercano y por supuesto para santificar dichas culturas y llevarlas a su plenitud.
Detengámonos un poquito en el encuentro de Juan Diego y la Virgen María. Juan Diego poblador de aquellos lugares, trabajador, de humilde corazón y mucha sencillez, es elegido por la Virgen María para dar un mensaje importante, para todos los hombres del lugar y del mundo. Cuánta semejanza hay con la historia de la misma Madre de Dios, cuando fue elegida para formar parte de la historia de salvación de la humanidad. Una muchacha humilde de Nazaret llena de bondad: "el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María." (Lc1, 26b-27) … "«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora." (Lc1, 47b -48a). En estos versículos recordamos la elección de Dios y la expresión de María reconociéndose ella misma, pequeña para tan grande Misión. Esta expresión de María habla de su humildad y bondad de corazón. Dicha expresión no es vanidosa, todo lo contrario, reconoce su humanidad, su ser criatura, ante un Dios siempre superior e infinito.
En este hecho tan hermoso de la historia de salvación del hombre, Juan Diego parece tener estas características necesarias para recibir en su corazón el mensaje de Dios, esta vez a través de María, para llevar acabo su misión, la de comunicar un mensaje a un obispo y dar los signos necesarios de la veracidad de la aparición de María y el plan salvífico de Dios.
Cuanta enseñanza y verdad nos trae este hecho histórico de Juan Diego y la Virgen María. La madre nos enseña que debemos ser humildes y sencillos, para poder escuchar la voluntad de Dios sobre nuestras vidas personales y sobre la humanidad en nuestros corazones. María es aquella mujer que escuchaba, y guardaba en su corazón las palabras de Jesús y los signos que Él realizaba para anunciar y hacer presente el Reino de Dios en este mundo. También Juan Diego, va a tener su papel importante en esta historia, porque con humildad y alegría, reconociendo sinceramente su pequeñez, cumplirá el deseo de María: el de comunicar al obispo la indicación de construir un Templo, donde todas las personas, afligidas, angustiadas, necesitadas del amor de Dios, puedan acercarse y dejar en sus manos todo aquello que quieren pedir a Jesús y no saben como hacerlo. Pero el deseo de María no es solo sanar las dolencias de un pueblo, sino la conversión de un pueblo y del mundo al amor de su Hijo Jesús. La Sanidad que la Virgen María concede como mediadora e intercesora de Jesús, por voluntad del Padre a través del Espíritu Santo, son signos reales de la presencia del Reino de Dios en este mundo; son los milagros que el Señor Jesús sigue haciendo para que creamos y cambiemos radicalmente nuestras maneras de vivir alejadas de Dios, a una nueva forma de vida en comunión con Dios y con nuestros hermanos. Recordemos el signo de Dios en las bodas de cana cuando María intercede pidiéndole a Jesús una necesidad concreta: "Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino»." (Jn 2, 3). Y Jesús transformó el agua en vino nuevo empleando mediadores, para realizarlo: "Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron." (Lc,2, 7-8) También hoy ante nuestras necesidades concretas que acercamos a María, Jesús nos regala signos de su Amor eterno.
Cuánto nos ama Dios y cuánto amor nos transmite María a toda la humanidad, eligiendo mensajeros nuevos, discípulos de Jesús, para comunicar ese Amor de Dios. Juan Diego fue uno de ellos. Nosotros también podemos ser como él, en el lugar que nos tocó vivir y convivir con a otros. Podemos ser discípulos de Jesús acompañados por el amor maternal de la Virgen María.
La fiesta para venerar y orar con María bajo la advocación de Guadalupe es el 12 de diciembre, fecha en que la Virgen María, por última vez, se le apareció a Juan Diego. Miles de personas se acercan al templo con sus necesidades y miles se convierten al amor de Jesús.
El 31 de Julio del 2002 fue canonizado Juan Diego por el Papa Juan Pablo II. Juan Diego con su sencillez y corazón abierto a la humanidad pasó su vida haciendo el bien. Hasta se atrevió a unirse al designio de Dios aceptando su misión tan particular. Nosotros también por su testimonio de vida podemos hacer el bien aceptando la misión particular que cada uno tiene.
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