La Guardiana de nuestra fe - Paz y Conversión

 La Guardiana de la fe, Paz y Conversión



Ya he hablado de la aparición de María en "el Cajas" - Ecuador a una Joven, Patricia Talbot, quien recibió un tiempo muchos mensajes de María. Para esta nueva reflexión me baso en algunos de los mensajes privados que el Padre Ricardo Mártensen, reproduce en su libro "Al final Dios triunfará sobre todas las cosas" (editorial de la Palabra de Dios, Bs As, 1997).
La Virgen María le reveló en un mensaje privado a Patricia, el nombre de esta nueva advocación: "Guardiana de la fe"

María en su mensaje nos dice: "Yo les pido la paz; paz en su corazón para con los demás y para con el Padre del Cielo"... " Ustedes tienen la misión en sus manos que es transmitir la paz y el cambio del mundo"

Cuán fiel es la Madre de Jesús  al pedir la paz, don que como constatamos en muchos pasajes bíblicos, Jesús la entrega a los varones y mujeres de aquella época y también actual: "Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz»." (Lc. 7, 50); "Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad»".(Mc. 5,34); "Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz»." (Lc. 7, 48-50). En todos estos pasajes Jesús se compadece de la dolencia corporal o espiritual y perdona los pecados, reconciliando a cada uno con el Padre y transmitiendo su paz, que no es la paz del mundo. Jesús al encontrarse con todos ellos, se ha compadecido de sus pecados y  dolencias,  y estos a su vez  lo aceptaron con  humildad y fe en Él. Por ello son reconciliados y "convertidos" a una nueva vida. Jesús los ha transformado en varones y mujeres nuevos, hijos dignos de Dios que, estando perdidos, ahora son recuperados y reciben la paz, para la Gloria de Dios y el bien de todos. 

Esta paz es la que Jesús también comunica a sus discípulos después  de su resurrección: "Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»." (Jn. 20, 26). Muchas veces se dio esta situación, donde Jesús transmite su paz. María nos la pide sabiendo que sólo Jesús puede darla a quienes de lo pidan con fe, humildad y sencillez. Esta paz va  atravesando todo el  ser del hombre, derramándose en los demás, a través de los gestos de amor que surgen como frutos de ella, impulsando y movilizando a  dirigir la mirada al Padre Dios, con oraciones y experiencias de encuentro con los demás, especialmente con los más necesitados. 
El corazón debe estar abierto y dispuesto a ser reconfortado y asistido por aquella paz, que es camino de la  santidad del hombre en este mundo tan controvertido por la existencia del mal. También debe ser transmitida a todos aquellos que no la conocen, sufren y hacen sufrir porque orientan sus  vidas con rumbos equivocados.  Sólo con la paz de Jesús se puede transitar y transcender los momentos existenciales mas dolorosos  por los que se atraviesa. No es algo menor este pedido de María, ya que es clave para la realización del Reino que todo hombre está llamado a recibir libremente.

La Madre celestial también nos dice: "Hijos míos, no los quiero fríos ni tibios, quiero que estén firmes en la fe" 

Los discípulos de Jesús durante toda la vida terrena de Jesús y aún resucitado, no tendrán su fe firme para salir a anunciar el Reino y dar testimonio  de todo lo que han visto y oído: "«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "«Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" (Mt. 14, 29-31)

Recién después de Pentecostés, por la gracia del Espíritu Santo que descendió sobre ellos de manera gratuita, por amor, maduraron en su fe y dejaron atrás las tibiezas, que los detenían y mantenían encerrados en si mismos. "Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios»" (Hch2, 9-11) 

Desde este momento la Iglesia de Cristo, impulsada por el Paráclito, sale al encuentro de todo varón y de toda mujer, para ser bautizados en nombre de Jesús y  para enseñar y transmitir su mensaje de salvación. Es por ello que para salir de esta tibieza se necesita abrir el corazón al Espíritu Santo y suplicar su presencia,  para ser impulsado por Él a la misión. Sólo con Él es posible una  fe  firme y madura. De lo contrario los  intentos son vanos cayendo en la tibieza y en las cosas mundanas actuales.

¿Pero que es tener una fe firme que nos saque de la tibieza?

Algunos textos nos dan algunas claves:

"Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable. Para esto es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído y que fue predicada a todas las criaturas que están bajo el cielo y de la cual yo mismo, Pablo, fui constituido ministro." (Col 1, 21-23)
Pablo  exhorta a tener una fe firme, que consiste en no apartarse "de la esperanza transmitida"  de que "Jesús nos ha redimido" para ser ofrendas irreprochables ante Él.

"Tengan cuidado, hermanos, no sea que alguno de ustedes tenga un corazón tan malo que se aparte del Dios viviente por su incredulidad. Antes bien, anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy, a fin de que nadie se endurezca, seducido por el pecado. Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial." (Heb, 3, 12-14)

Aquí Pablo nos advierte dela incredulidad que nos lleva a tener un corazón proclive al mal, por ello, debemos junto a otros sostener la fe que nos ha hecho participes de Cristo. Aquí la clave esta en sostenernos juntos en comunidad. Solos no podremos lograrlo, es imperioso que la fe de mi hermano fortalezca la mía y recíprocamente. Sólo así entre todos podremos mantener nuestra "actitud inicial"

"Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel." (Hb. 10, 22-23)

Pablo nos habla de un corazón sincero, purificado de toda mala conciencia y firmes en la esperanza, porque Cristo es fiel. Nuevamente necesitamos la purificación de nuestra conciencia para mantenernos firmes y esperanzados. Para ello es siempre necesaria la gracia de Dios, nuestra comunión con Él, que no nos valgamos sólo de nuestras fuerzas humanas que terminan desorientando la conciencia que luego nos lleva por otros caminos, muchas veces contarios a los designios de Dios.

"Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno." (Hb. 4, 14-16)

Aquí Pablo nos dice que Jesús Sumo Sacerdote es incapaz de no compadecerse de nuestras debilidades, pues Él las conoce, por ello, confiados, debemos ir a obtener  misericordia y auxilio oportuno. No  quedarnos anclados en la naturaleza débil y estar de brazos  cruzados, hay  que recurrir a Jesús, el  dará el don de la fe y asistirá con su gracia y poder.

María también nos dice: "Mis hijos, les hago un llamado a la conversión, al cambio del mundo y de sus pequeños corazones. Hijos míos desechen la soberbia, la avaricia, la lujuria. Ámense los unos a los otros"

Aquí, la Virgen  exhorta  a la conversión  de los corazones para el cambio del mundo. Le preocupa la manera en que el mundo se conduce y como los corazones impulsan una manera  de vivir deshumanizadora y sin Dios: "Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»"(Mc. 1, 14-15) El tiempo de Dios esta cerca. Jesús mismo nos exhorta a la conversión para poder recibir el Reino, la buena noticia. Sin esta conversión es imposible recibir  lo que Jesús viene a anunciar al mundo. Por ello este pasaje está al inicio de su vida pública, cuando comienza su camino de anunciar la Palabra a los pecadores.

 Cuántos hombres ante su presencia se atrevieron a dar el paso de cambiar su manera de vivir y contribuir con nuevas acciones a un nuevo mundo, donde Dios vivo  está presente entre los hombres. Desechar la soberbia, la avaricia y la lujuria es lo que Jesús nos va  a ir proponiendo en su camino: "Ya han vivido bastante tiempo conforme al criterio de los paganos, entregándose a toda clase de desenfrenos, a los malos deseos, a las borracheras, a los excesos en la comida, a las orgías y al culto ilícito de los ídolos. Ahora los paganos se extrañan de que ustedes no se precipiten con ellos hacia ese desborde de libertinaje, y se deshacen en injurias contra ustedes. De esto, tendrán que rendir cuenta a aquel que juzgará a los vivos y a los muertos. Porque la Buena Noticia ha sido anunciada a los muertos, para que ellos, después de haber sido juzgados en la carne conforme a su condición humana, vivan por el Espíritu con la vida de Dios. Ya se acerca el fin de todas las cosas: por eso, tengan la moderación y la sobriedad necesarias para poder orar. Sobre todo, ámense profundamente los unos a los otros, porque el amor cubre todos los pecados. Practiquen la hospitalidad, sin quejarse. Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios." (1Pe. 4,3-10) Ante este libertinaje que Pedro denuncia del mundo pagano, está  la propuesta de conversión: amarnos fraternalmente, porque es el amor de Cristo el que redime todos los pecados y lleva a la hospitalidad poniendo los dones y capacidades al beneficio  del los demás, a través de la gracia  de Dios. María no  pide nada que no esté ya dicho y revelado por su Hijo.

Dice también María que: "Cuando ustedes caigan, no deben quedarse sentados; deben levantarse. La mayor falta es cuando se dan cuenta de que han caído y no se levantan"

Partamos de que nuestra humanidad está herida por el pecado y por ello nuestra naturaleza es débil y proclive a caer en el pecado. Pero lo más grave no es caer, pues está la misericordia de Dios dispuesta a redimir y a levantar  de ese lugar de pecado que  hace mal al hombre, a toda la Iglesia, al mundo y lamentablemente conduce  a la muerte. Lo peor  es darnos cuenta de nuestra caída, de nuestro pecado y quedarnos allí, en ese lugar de muerte, sin dejar que la acción salvadora de Jesús nos redima y salve: "Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso»." (Lc 23, 39-43) Este pasaje de la Pasión de Jesús nos pone los dos ejemplos, en el cual uno de los ladrones queda justificado y  el otro queda sumido en su pecados y a la muerte a que ello conlleva.

Por ello María  advierte siempre y  recuerda que la misericordia  de su Hijo, que muriendo en la Cruz, cargando los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y luego resucitando por voluntad del Padre en comunión con el Espíritu Santo,  ganó la redención. Sólo hay que aceptar con humildad y arrepentimiento este amor  eterno, tal como lo hizo el buen ladrón.


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