La Virgen de Medjugorje - La Palabra de Dios

 La Virgen de Medjugorje - La Palabra de Dios


Hoy queremos reflexionar sobre algo vital para nuestras vidas: La Palabra de Dios. Mucho se ha escrito sobre este tema. Trataremos en lo posible de que la reflexión nos interpele y nos ayude a ir a encontrarnos con ella,  que nos guía y conduce por el camino a la santidad y  que nos vincula con la Verdad y la presencia del único Dios. En la redacción siempre vuelvo a algunas ideas ya expuestas para una mejor comprensión.

Para iniciar quiero primero transcribir lo que la Virgen en Medjugorge le contestó a una de sus videntes ante una pregunta muy sencilla, en una de sus apariciones privadas:

Vicka [ una de las videntes] le preguntó a la Virgen: ¿por qué lloras? Y la Virgen le respondió: “porque los cristianos dejaron de leer la Palabra de Dios”. ¿Cómo queréis descubrir la verdad? ¿Cómo pueden ubicarse en este mundo lleno de ideologías, si no leen el único libro que trae al alma la luz del cielo?, ¿Cómo pueden conocer la voluntad de Dios sobre sus vidas? ¿Cómo pueden discernir cuando tenemos que tomar decisiones si no conocen la Palabra de Dios?"

Cuántas preguntas que nos interpelan en el corazón. Muchos hombres a lo largo de la historia de la humanidad se han preguntado sobre la Verdad. Y muchos lo hicieron sin conocer a Dios. Esta búsqueda profunda del hombre, es normal y natural. Pues siendo criatura de Dios e  imagen y semejanza suya, "Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza" (Gn, 1-26), el hombre, no puede dejar de buscar su origen, que es la Verdad, que es Dios mismo: "la Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre" (Jn., 1, 9). La Palabra nos ubica en el mundo que vivimos y nos devuelve nuestra verdadera identidad de hijos de Dios.

La Palabra nos atraviesa el corazón en lo más profundo y nos revela al Dios que nos creó, amó y acompañó en  nuestra existencia en todos los tiempos, a pesar de nuestras infidelidades. Podríamos citar miles de pasajes bíblicos que fundamenten esta afirmación, desde el Antiguo testamento (AT) al nuevo testamento (NT). Pero como en la Biblia (el libro del pueblo de Dios) todo esta escrito sobre quien nos revela al verdadero Dios único y trino ( Jesús Hijo del Altísimo y redentor nuestro,) nos limitaremos a reflexionar con algunas citas del NT.

En el evangelio  de Juan podemos leer: "Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn. 1, 1-4)

Juan hace una síntesis hermosa y profunda en estos versículos sobre la Palabra, que es Jesús, el Dios encarnado. Ella existió siempre en toda la eternidad. Un misterio divino que no se puede comprender, sino creer en él, desde el don de la fe. Juan nos dice también que la Palabra encarnada (Jesús) está unido por el Amor (Espíritu Santo)  eternamente con el Padre (misterio de la Santísima Trinidad: un Único Dios y tres Personas Divinas).

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra, nada de nuestra creación está fuera de  sus designios. Todo lo abarca y todo lo contiene en su Amor, en su deseo eterno de derramar su fuerza creadora a toda vida en la tierra. Todo estuvo en "potencia" (categoría de Aristóteles y Santo Tomas),en la eternidad,  hasta que por voluntad y libertad propia, se abrió paso la creación de Dios, donde el hombre fue y será siempre su creación de Amor predilecta, pues lo creo a imagen y semejanza suya. 

En ella estaba la vida que le fue dada a la humanidad entera para ser iluminada y guiada. Con su ausencia,  el hombre haciendo uso de su libertad, se pierde en su andar por el mundo, guiado solo de sus razonamientos y sentires mundanos, que lo llevan a cometer muchos errores, causando dolor, violencia, muerte, deshumanización, corrupción, destrucción de todo lo creado. Cuando la Palabra  es rechazada por el corazón del hombre, este se pierde y se aleja de su salvación, pues sólo  con su guia orienta  su humanidad,  puede ser redimido y vivificado para la construcción del Reino de Dios en la tierra. Sin la Palabra se vive en tinieblas, a oscuras, cayendo y tropezando con diversidad de piedras que obstaculizan la felicidad pensada, desde la eternidad, para la humanidad.

 "Estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios." (Jn 1, 10-12)

Que hermoso lo que nos dice Juan: A través de la Palabra, al recibirla en nuestros corazones, nos permite ser hijos de Dios. Cuanta es la necesidad que hay en el mundo de que llegue a los corazones  de miles de personas, para que puedan reconocerse hijos y amados y pensados desde la eternidad, por el Altísimo. Cuanta es la importancia de la Iglesia de Cristo, de anunciar y dar testimonio de la Palabra, a través de las diversas comunidades, según los distintos carismas recibidos. Cuánta belleza del obrar  en tantos varones y mujeres que con humildad y sencillez la escucharon, la recibieron, la vivieron y dieron conocer, entregando sus vidas al su proyecto salvífico. Ser hijos de Dios, nos ubica en un lugar privilegiado que podemos aceptar  y vivir, o desistir, según nuestra libertad. Ella no se nos impone, se entrega amorosamente y delicadamente a todo corazón necesitado que quiera vivirla y dar muchos frutos.

La Palabra encarnada, hecha hombre, se dirigió a muchos para elegirlos y sumarlos al designio preparado desde la eternidad para toda la humanidad, ser hijos dignos y amados:
"Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro. Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía»." (Jn. 1, 35-40)

Jesús es la Palabra, que dinamiza y activa los corazones de los  hombres «Vengan y lo verán», «Sígueme», "Verás cosas más grandes todavía", provocando en ellos reacciones inesperadas en sus viadas cotidianas, como bien lo relata este pasaje bíblico de Juan. la Palabra llama a cada persona para una determina misión y proyecto de vida, que rompe los esquemas en los que estamos acostumbrados a vivir. Esta propuesta hecha a los hombres, nos garantizan la felicidad de la vida eterna: "Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos." (Jn. 10, 27-28)

La Palabra despierta siempre un interés profundo porque llega a nuestros corazones y los atraviesa como si fuera una espada de doble filo. Y una vez sembrada, reconquista y renueva a quien la recibe con humildad y sencillez. Así les pasó a los hombres del relato de Juan.

Jesús mira con profundidad invitando a ser un nuevo hombre. "Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro."

Jesús Palabra viva transmitía sus mensaje por voluntad del Padre, en comunión con el Espíritu Santo a través de parábolas, comparaciones, que ayudaban a la gente a comprender y recibirla en sus corazones, pues tenía el poder de transformarlos y movilizarlos a hacer el bien y dar testimonio. Cuántas curaciones, signos y milagros, exorcismos hizo Jesús pronunciándose con autoridad y verdad. De su corazón se desprendían palabras de vida que sólo podrían venir del Verbo encarnado: "Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados»." (Mt. 9,2) 

Y en otro pasaje dice que: "Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?. El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino" (Mc. 10, 46-52)

En estos pasajes bíblicos,  Jesús se pronuncia y el reino de Dios se hace presente a través de estos signos y milagros. Sus expresiones, la Palabra en sí, perdona los pecados y devuelve la vista. Cuántos necesitamos de ella para ser perdonados y sanados de nuestras cegueras personales y comunitarias que nos estancan y nos mantienen fuera , al margen del Reino e Dios.

También  nos interpela, para nuestra conversión: "Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios»" (Jn 3, 16-21)

El que obra según la Verdad, se acerca a la luz, recibe la salvación, a Jesús: el Verbo encarnado.

Cuanta razón tiene María de preocuparse y preguntarse lo que planteamos al principio:¿Cómo queréis descubrir la verdad? ¿Cómo podemos ubicarnos en este mundo lleno de ideologías, si no leemos el único libro que nos trae al alma la luz del cielo?, ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios sobre nuestra vida? ¿Cómo podemos discernir cuando tenemos que tomar decisiones si no conocemos la Palabra de Dios?

Hoy al igual que los  primeros discípulos, La Palabra es la que nos sale al encuentro, para poder descubrir su Verdad, la única Verdad, que es Jesús: Camino verdad y vida. Sin ella nos guiaremos por ideologías, que nos llevarán por otros senderos, caminos  de infelicidad y sufrimientos. Sin ella nunca sabremos cual es la voluntad de Dios en nuestras vidas, ni mucho menos discernir las decisiones que debemos tomar en cada momento de nuestra cotidianeidad. Es comprensible la preocupación de María si no recibimos a la Palabra que es su Hijo: sin ella estamos perdidos.

Le pidamos a María poder acceder diariamente a la Palabra de Dios que es Palabra encarnada, Palabra viva que conduce nuestras vidas a la vida eterna.


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