La virgen de Medjugorje - Oración

 La virgen de Medjugorje - Oración






Hoy queremos reflexionar sobre uno de los puntos que María en Medjugorje nos revela de forma privada a través de los videntes.


María en sus mensajes dice: “hijos, orad, la oración es el fundamento de vuestra paz”; “Si vivís angustiados, con estrés, es que todavía no oráis con el corazón.”; “Dedicad tiempo a Dios” ;“la oración es un grito de amor hacia el cielo” “Hijos, rezad por mis intenciones y yo me encargaré de vuestras preocupaciones, de vuestros dolores”


Cuánta profundidad hay en estas frases reveladas por María a los videntes. Ella quiere darnos una catequesis sobre la oración, para que la nuestra sea escuchada y nos acerque al corazón de Jesús y recibamos su Paz. Cuántas veces Jesús resucitado transmitía su paz, al aparecerse glorificado a los apóstoles: "Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes»" (Lc 24, 36). La oración nos debe llevar a experimentar esa paz que sólo puede dar el Señor Jesús a quienes abren su corazón. Por ello la oración que nos lleva a la intimidad con Jesús, no puede hacerse de cualquier forma.


Recordemos el pasaje en que María ayudaba y preparaba a los discípulos para entrar en intimidad con el Señor: "Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." (Hch.1, 13-14) 


Hoy María a través de sus mensajes quiere enseñarnos a ponernos en contacto íntimamente con el Señor, para poder hacer una experiencia genuina de amor  que trasforme radicalmente nuestras vidas y pueda ser testimoniada a muchos otros. Recordemos el pasaje de la samaritana y Jesús en el pozo de agua: "La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo» Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo»."..."La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice." (Jn., 4 25-29) . Es este el encuentro íntimo y profundo, que María quiere propiciarnos, a través de la oración, a cada uno de nosotros. Un encuentro en que la paz del Señor que se derrama al corazón, para luego comunicarla, como la samaritana, a todas la personas.


Sin la Paz de Jesús, vivimos como dice María, "angustiados y con estrés". Y esto es señal de que todavía no estamos orando con el corazón. Podemos preguntarle a María:
¿Cómo se ora con el corazón?


María nos los dice sencillamente: "Dedicad tiempo a Dios" en esa oración. No puede ser una oración exprés, donde sólo ponemos intenciones nuestras mirando sólo nuestro yo. Debe ser una oración que no se mide por el la cantidad de minutos y segundos, si no por la disposición de corazón abierta al Señor, para contemplarlo y amarlo. De este modo, nos posicionamos para que ese tiempo sea dedicado a Él, y nuestro yo y sus necesidades queden de lado, pues Dios ya las conoce y se encarga de cada una de ellas. Debemos descansar en su Amor, agradecerle y alabarlo.


La oración vivida así, despojándonos de nosotros mismos, es "un grito de amor hacia el cielo".  Jesús se retiraba a orar, abriéndole su corazón al Padre para ponerse en comunión íntima con Él. Solo así desde ese Amor divino mutuo, Jesús podía a través del Espíritu Santo, continuar su camino de anunciar el Reino, enseñando, haciendo signos y milagros para que los hombres creyeran y se salvaran. "Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos." (Mt 14, 13-14)


También podemos recordar el pasaje cuando los discípulos no pueden expulsar los demonios que atormentaban a un niño, porque todavía no habían madurado en la oración que los ponía en intimidad con Dios, con su gracia y poder , para obrar tal liberación y sanidad: " Uno de ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron». «Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo». Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que está así?». «Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos». «¡Si puedes...!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree» Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe» Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más». El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto» Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». El les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración»" (Mc 9, 17-29) 


Vemos cuán importante es la oración para que nuestro Padre Dios pueda obrar en nosotros y en cualquier persona, para ser liberada y salvada. 

María hace una última petición en su mensaje: "Hijos, rezad por mis intenciones y yo me encargaré de vuestras preocupaciones, de vuestros dolores”. Es decir una oración desprendida de nosotros, de nuestro yo, y ubicada en las intenciones de nuestra Madre que sabe de las necesidades prioritarias de este mundo. Y nos promete que ella se encargará de aquellas necesidades personales que nos afligen y angustian y no nos permiten vivir el amor verdadero de Dios, que se derrama y entrega a los demás, también a través nuestro, con nuestros testimonios y obras de caridad materiales y espirituales.


¿Cómo no orar como María nos pide? ¿Cómo no escuchar sus peticiones? ¿Cómo no orar con un corazón dispuesto a entregarle el tiempo que necesita Dios para derramar en nosotros sus gracias? 
¿Cómo no imitar a Jesús que en su vida pública oraba permanente con su Padre, alejándose a solas, desprendiéndose de su yo, como en Getsemaní, para hacer la voluntad del Padre? 
¿Cómo no presentarnos al Señor en la oración con todas nuestras debilidades y flaquezas que ya nos conoce, para entregársela y sacarnos así de nuestro yo,  y poder  entrar en comunión íntima con su Amor tal y como lo hizo la samaritana en aquel encuentro con Jesús en el pozo?

Jesús mismo en intimidad profunda con el Amor del Padre desprendido de si mismo nuevamente ora por nosotros diciendo: 

"Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad. No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno –yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos" (Jn. 5-26)

Concédenos Madre por tu intercesión aprender a orar para encontrarnos con la intimidad del Amor de Dios y ser instrumentos que testimonien y comuniquen a muchos otros este misterio Divino, real y presente en el mundo en que vivimos hoy.

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