La Señora de todos los pueblos
En esta reflexión sólo se tomaran algunos de los mensajes privados de la Virgen María bajo la advocación de Señora de todos los Pueblos. Fueron revelados a Ida Peederman, entre 1945 y 1959.
Transcribo del libro: "La Señora de todos los pueblos" (Laura Dipalma, editorial de la Palabra de Dios, 2015 ), algunos mensajes importantes.
María entrega una oración y pide: "La oración debe ser difundida" Esta dice así:
"Señor Jesucristo, hijo del Padre, manda ahora tu espíritu sobre la Tierra, para que el Espíritu Santo habite en el corazón de todos los pueblos, para que sean preservados de la corrupción, de las calamidades y de la guerra. Que la Señora de todos los pueblos, la Santísima Virgen María, sea Nuestra abogada. Amén"
Esta oración, inicia invocando a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La acción ´comunitaria´ del Amor del único Dios divino, es clamada al cielo por quienes realizan esta súplica, tal como lo hizo Jesús: "Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera." (Jn17, 1-5)
Es una petición muy profunda que lleva al hombre a ubicarse en un lugar de criatura e hijo predilecto de Dios, que necesita imperiosamente de la intervención divina. Los tiempos que corren lo ameritan. No se puede dudar de la actualidad de esta petición que clama con fe de poder al cielo: "Inclina tu oído, Señor, respóndeme, porque soy pobre y miserable; protégeme, porque soy uno de tus fieles, salva a tu servidor que en ti confía. Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor porque te invoco todo el día; reconforta el ánimo de tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma. Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan:¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica! Yo te invoco en el momento de la angustia; porque tú me respondes. No hay otro dios igual a ti, Señor, ni hay obras como las tuyas. Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti y glorificarán tu Nombre, Señor. porque tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas. Indícame tu camino, Señor, para que yo viva según tu verdad; orienta totalmente mi corazón" (sal 86, 1-17)
Se ha orado de muchas formas, algunos pidiendo al Padre, otros al Hijo, otros al Espíritu Santo y otros a María. Aquí esta presente la Santísima Trinidad cuya dinámica trinitaria no puede ser otra que brindarse y derramar sus Amor que es clamado desde la tierra.
El Hijo, enviado por el Padre se encarnó como hombre y nos reveló al verdadero Dios, único y trinitario, misterio divino para todos los hombres, con una realidad mucho mayor de la que éstos pueden llegar a conocer, pues no se puede comprender con la mente y corazón limitados que poseen. Podemos recordar un relato sobre San Agustín intentando comprender y entender este misterio: "Cierta vez, se paseaba San Agustín, cerca de una playa, meditando sobre la Santísima Trinidad y cómo era posible que hubiera tres Personas en un mismo y único Dios. En esto, se encuentra con un niño que, sentado en la arena, intentaba pasar el agua del mar en un pequeño hoyo que había cavado en la arena.
El santo le pregunta:
– Qué estás haciendo?
A lo que el niño le responde:
– Quiero poner toda el agua del mar en este hoyo.
– Pero no! Eso no es posible!
Entonces, nuestro buen niño le responde:
– Así mismo…tampoco es posible que el misterio tan grande de la Santísima Trinidad sea comprendido por la mente humana!
Dicho esto, el niño desapareció."
El santo le pregunta:
– Qué estás haciendo?
A lo que el niño le responde:
– Quiero poner toda el agua del mar en este hoyo.
– Pero no! Eso no es posible!
Entonces, nuestro buen niño le responde:
– Así mismo…tampoco es posible que el misterio tan grande de la Santísima Trinidad sea comprendido por la mente humana!
Dicho esto, el niño desapareció."
Esta imploración a la Santísima Trinidad que la Virgen nos transmite, muestra un carácter de urgencia por los tiempos que vive la humanidad. Es necesario que la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, descienda sobre el corazón de todos los pueblos. ¿ Para revelarnos algo nuevo?.
El Espíritu Santo viene a colmarnos con su amor y sabiduría para que las opciones humanas sean realizadas desde el mandato de de Dios: el amor hacia Él y hacia el próximo. Solo escuchando y abriendo el corazón, podremos revertir estas situaciones tan claras y definidas por María: la corrupción, las calamidades y la guerra. De lo contario estas suceden y seguirán sucediendo para perjuicio y destrucción de la humanidad. No porque Dios lo quiera así, sino porque el hombre puede libremente optar por lo que es más conveniente o no para todos lo que habitan la tierra.
Hay que reconocer al Dios Único que puede detener esta situación terrible que vive y sufre la humanidad. Y es necesario ver aspectos importantes que no se pueden pasar por alto de esta humilde y poderosa oración.
El primer aspecto es que el Hijo encarnado que sufrió, murió y resucitó por los pecados de todos los tiempos de la humanidad, es quien envía al Espíritu Santo, la tercera persona de la trinidad, al rescate, de todos los pueblos, no por que Jesús no haya hecho victoria sobre el mal de este mundo, sino porque esa victoria debe ser reconocida por el hombre en su corazón y, posicionado desde ese lugar, pueda fundamentar su proceder y sus actos por el amor que se le ha comunicado: "Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo." (Jn, 20, 20-22)
El otro aspecto es la voluntad del Padre que desea y quiere la salvación de todos, que nadie quede fuera, que nadie se condene. Una voluntad Divina que se condiciona a la libertad del hombre. El hombre puede activar desde su corazón el gran poder de Dios. Él es quien le dio dicha libertad pues lo hizo a su imagen y semejanza. Esta libertad le da el poder de optar por el bien o por el mal: "El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte»." (Gn 2,15-17)
El último aspecto que presenta la oración es el Espíritu Santo con la misión de aunar los corazones de todos los pueblos. Su poder tiene la capacidad de elevar al hombre a un estado de dignidad y conversión, que sólo es posible suplicando su intervención: "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios»." (Hch 2, 1-11)
La Trinidad está presente y quiere intervenir en la historia de la humanidad. Sólo el hombre puede abrir las puertas de este querer de Dios. Pero el hombre no esta solo en esta súplica, que debe nacer del corazón humilde, arrepentido y sincero: está la Virgen María que, siendo reconocida como la Señora de todos los pueblos, se presenta como nuestra abogada ante un Dios puramente misericordioso y poderoso.
María bajo esta advocación advirtió muchas calamidades y guerras que luego sucedieron tal como lo había revelado. El príncipe de este mundo no se queda quieto y viene a destruir todo y a todos. Pero el hombre no puede quedarse con esta visión pesimista. María nos dice:
"En el mundo hay una gran inclinación hacia el bien, precisamente es por eso que el otro espíritu también trabaja sobre el mundo para corromperlo, los hombre de por si no son malos, sino débiles"
Está en el hombre el seguir al Espíritu Santo o seguir engañados por el espíritu del mal, generando destrucción por doquier. Las posibilidades de que el hombre salga victorioso están dadas. No son posibilidades al azar, sino concretas y reales. Sólo es necesario verlas y aferrarse a ellas, porque el hombre es un ser débil, propenso al concupiscencia, con una naturaleza herida por el pecado. Se necesita de la intervención divina para poder combatir y no caer vencido en esta gran batalla que se da entre el Espíritu Santo, y el espíritu del mal, quien se aprovecha de las debilidades para guiar al hombre a los pecados mas terribles y horrorosos de este mundo.
Cuando el hombre se inclina hacia al bien puede, desde el Amor de Dios, enfrentar y vencer sus propios pecados, sociales y globales, y así, por la gracia de Dios, y junto a Él, llevar a la humanidad a un estado de mayor dignidad, como Dios la imaginó y creó por su gran amor: "Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo» Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer." (Gn1, 26-27)
Queda aclarar, que el titulo de Señora de todos los pueblo involucra a todos los pueblos sin distinción alguna. María es Madre de todos, convertidos o no convertidos. Ella viene a ser reconocida por todos, para que a través de Ella podamos acercarnos al Dios Trino, que ya ha vencido al mal y está esperando que cada pueblo del mundo se adhiera y viva esta victoria. Padre, Hijo y Espíritu Santo, la Santísima Trinidad quiere estar mas cerca de los hombres, especialmente cuando más sufren y mas alejados están de su amor.
Comentarios
Publicar un comentario
Los comentarios deberán ser siempre respetuosos sin ningún tipo de violencia o agravio