La Virgen María nos enseña a rezar - Misterios de la luz.
En esta reflexión los invito a descubrir la profundidad de los misterios de Dios en la segunda persona de la Santísima Trinidad: Jesús, el Hijo, para contemplarlos y rezar el Santo Rosario, pedido por María.
En el primer misterio de Luz se contempla: el bautismo de Jesús en el río Jordán.
En este primer misterio el pasaje bíblico nos dice: "Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos", así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo». En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección»." (Mc 1, 1-11)
En este pasaje podemos ver que, al inicio del evangelio según Marcos, ya se nos adelanta que el misterio a quien hay que contemplar es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.
Inmediatamente el evangelista nos anticipa que hay un hombre llamado Juan, anunciado por Isaías en una de sus profecías, que va preparando el camino de Jesús, predicando la conversión para el perdón de los pecados y bautizando con agua. Es un hombre elegido por Dios que, al igual que los antiguos profetas, predica a la salvación de Dios a los hombres, revelando la persona divina de Jesús, que va a iniciar su camino de anuncio del Reino de Dios con el poder del Espíritu Santo. Juan mismo lo dice: «Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo... Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».
Juan va preparando los corazones de los hombres para el que viene con la Gloria de Dios, que dará a conocer su misericordia y perdón para todos aquellos que quieran recibir esta gracia.
Juan, el profeta vive humildemente: "estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre". La humildad y la vida sencilla son siempre actitudes importantes para poder reconocer, contemplar y anunciar al verdadero Dios.
La perícopa (parte del relato del evangelio) termina con el anticipo que el evangelista nos hacía: "En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección»."
Aquí se hace presente la Santísima Trinidad. Primero el Hijo, que sin necesidad de ser bautizado para el perdón de los pecados como el resto de los hombres, se humilla anonadándose, en las aguas del Rio Jordán. Asume así, los pecados de todos los hombres de todos los tiempos para la salvación de todos. En esta escena que nos relata el texto bíblico, Jesús, por amor, por compasión y misericordia carga con la realidad del pecado del hombre del cual quiere redimirnos y justificarnos. Sólo Jesús hace esta experiencia. El hombre en el bautismo es purificado del pecado original.
El Espíritu de Dios desciende en forma de paloma y derrama todo su Amor y Poder sobre Jesús. El mismo Espíritu enviado por el Padre que lo guiará en toda su camino de predica y anuncio del Reino en su vida pública, el que lo resucitará por voluntad del Padre después de morir en la cruz, y el que nos enviará el mismo Jesús para acompañarnos y preservarnos en este mundo después de su ascensión a los cielos.
Dios Padre se pronuncia con su santa Palabra : «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección»." El Padre pone claridad a todos los que están presentes de todo lo que está aconteciendo. Los hace testigos de este momento. Dios quiere hacernos partícipes de la historia de salvación y siempre está en su voluntad el dar testimonio de su paso por el mundo.
Signos, Palabra y presencia Divina de la Trinidad, se hacen presentes en este hecho histórico del bautismo de Jesús.
Es necesario posicionarnos como Juan: "y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias." para poder contemplar este misterio de luz, en donde se nos anuncia y se hace presente la gloria de Dios.
En el segundo misterio contemplamos: las bodas de Cana
En este misterio el pasaje bíblico nos dice: "Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: «Siempre se sirve primero el bu en vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él" (Jn 2, 1-11)
En este pasaje el evangelista quiere mostrarnos que en estas bodas Jesús hace su primer signo de anuncio del Reino, contemplando dos necesidades: una material y otra espiritual. La material es el vino de la fiesta y la espiritual la necesidad de sus discípulos de crecer en su fe.
La que interviene y se adelanta al accionar de Jesús es María, que se da cuenta de la falta de vino. Ella sabe que es una cuestión material, que es importante que no falte en una boda. María sabe bien quién es su Hijo y conoce que el actuar de Jesús, conllevará una gracia especial. Por eso se acerca a Jesús a comentarle esta situación con toda confianza.
Por otro lado Jesús no tenia pensado hacer este signo para la Gloria y anuncio del Reino, " «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros?". Sin embargo, como está en sintonía con el corazón de su Madre, accede a remediar esta necesidad que hay en la boda. Como siempre, su acción irá más allá de lo meramente material, de todo aquello que nuestros sentidos captan, del mismo modo que en tantas curaciones y sanaciones que realizó y realiza en la actualidad. Sus Milagros son y serán siempre para la conversión del hombre, porque esa es la voluntad del Padre. Y el milagro en las bodas de Caná no es una excepción. Los discípulos, que vienen iniciando un camino de conversión, son los que reciben la gracia de crecer en su fe y creer más en el enviado por Dios. Lo mismo les sucede a los hombre de hoy
En la actualidad este pasaje bíblico exhorta a reconocer que María y Jesús están atentos siempre a las necesidades del hombre y dispuestos a obrar para el crecimiento en la fe, la conversión y salvación de todos.
En el tercer misterio contemplamos : el anuncio del Reino de Dios
En este misterio el pasaje bíblico nos dice: "Enseguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»." (Mc 1, 12 - 15)
Nos recuerda que el Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, acompaña a Jesús y lo impulsa desde su amor en toda su vida pública. Incluso cuando va al desierto donde será tentado por Satanás. Luego de pasar cuarenta días en ayuno y vencer las tentaciones del demonio, Jesús es impulsado por el Espíritu del Amor que vive en Él: "Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia»"
Lo central que Jesús pide para recibir el reino de Dios es que el hombre debe convertirse y creer en su Palabra. Convertirse: de todo aquello que le impide escucharlo, creer en los signos y milagros y reconocer el Reino de Dios, salir a hacer el bien y dar testimonio a otros de lo que se ha visto y oído y de lo que el Señor ha obrado en cada uno.
Las tentaciones van a estar, Jesús las venció, pero Él da la clave para superarlas: convertirse y creer.
En el cuarto Misterio : La Transfiguración
En este misterio el pasaje bíblico nos dice: "Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo». Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo». Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo." (Mt 17 1-8)
El texto nos invita a contemplar a Jesús glorificado. Un Jesús que se anticipa a la gloria que recibirá después de su pasión, muerte en cruz y resurrección.
Jesús lleva a tres de sus discípulos que serán testigos de este hecho histórico y que es misterio divino a la vez. Nuevamente Jesús, en un monte elevado, revela a sus discípulos quien es él plenamente. En otro momento subirá a un monte elevado para anunciar las bienaventuranzas. Allí también se mostrará expresándose como el Hijo de Dios, transmitiéndonos verdades de vida eterna.
En el monte: "Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz." Esta vivencia de Jesús glorificado, el hombre la podrá experimentar en la vida eterna. Pedro, Santiago y Juan fueron privilegiados de esta experiencia tan sublime y cercana a Jesús. Sus corazones se deben haber colmado de la gloria y el amor de Dios derramándose sobre ellos en aquel momento, por ello la expresión de Pedro: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»
Pero la voz de Dios Padre, irrumpe en esta escena de Jesús transfigurado y en diálogo con Moisés y Elías: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
La reacción de los discípulos desconcierta un poco, pasan del gozo al miedo: "Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor." Tanto Moisés como Elías, que acompañan a Jesús, han tenido esta experiencia de postrarse ante la Palabra de Dios que es escuchada. Jesús ante esta situación dice: "Levántense, no tengan miedo".
La experiencia de escuchar la Palabra de Dios como los discípulos, puede asustar, pero esta siempre Jesús para calmarnos y decirnos "no tengan miedo", hay que continuar, luego comprenderán lo que han experimentado y visto.
En el quinto Misterio : La institución de la Eucaristía
En este misterio el pasaje bíblico nos dice. "Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes" (Lc 22, 14-20)
La última cena, es un momento culmen que el Señor Jesús instaurará para toda la humanidad, para todas las generaciones. Es el momento en el que el Señor se ofrece como alimento de vida eterna. Quien coma y beba de su cuerpo y su sangre, participará del gozo eterno. Este es el acontecimiento que siempre se realiza y se actualiza en cada misa que celebramos. La eucaristía nos pone en comunión con Jesús y toda su iglesia santa y peregrina. Hacemos la experiencia real de formar parte de un mismo Cuerpo, donde Jesús es la cabeza, tal como lo expresa Pablo en una de sus cartas: "Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo" (1Cor 12, 27) La Eucaristía es la presencia Santa y real de Jesús en este mundo mientras esperamos con esperanza la parusía, su segunda venida. Todo hombre necesita de ella como alimento que integra y fortalece. Es un alimento que impulsa el encuentro fraterno y comunitario, transformando los corazones, para pasar por la vida haciendo el bien.
El Santo Rosario se reza contemplando cada misterio y orando un Padre Nuestro , diez Ave Marías y un Gloria por cada uno de ellos.
Comentarios
Publicar un comentario
Los comentarios deberán ser siempre respetuosos sin ningún tipo de violencia o agravio