María nos enseña a rezar - la Pasión de Jesús.

 María nos enseña a rezar - la Pasión de Jesús






La virgen María quiere acercarnos a su hijo Jesús a través de la contemplación de su pasión, por medio de la oración de los misterios de dolor del santo rosario.

Primer misterio: la oración de Jesús en el huerto de los olivos.

"Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar». Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando». Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque es espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar»." (Mc. 14, 32-42)

Este es uno de los pasajes bíblicos mas intensos que se relata sobre  la vida de Jesús. El Señor tiene acostumbrados a los discípulos a retirarse a orar a solas para encontrarse en intimidad con Dios Padre: "Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar." (Lc 5, 16). En esta ocasión próxima a su pasión Jesús decide nuevamente ir a orar pero con el detalle de ser acompañado por tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. La situación  que Jesús enfrenta es crucial para toda la humanidad, de ese encuentro íntimo con el Padre, depende la salvación de los hombres. Jesús no quiere estar sólo esta vez, necesita de la oración comunitaria de aquellos discípulos. El texto dice: "y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando»" Jesús ha enseñado a sus discípulos vivir en comunidad y quiere que algunos de ellos estén presentes, y sean también una comunidad orante que vele por él.

Jesús, Dios verdadero encarnado, es completamente divino  y completamente humano, menos en el pecado. Él  sufre, tiene miedo y angustia. Recurre al Padre como siempre lo hizo, para que en esa intimidad divina de amor puro, se decida el designio salvífico de la humanidad. Jesús quiere salir  fortalecido para hacer nuevamente la voluntad del Padre en este momento crucial, donde se pone en juego todo el plan de Dios para el hombre.  Tres veces Jesús se levanta y encuentra a esa pequeña comunidad de orantes dormidos, sin poder cumplir su mandato de acompañarlo en la oración. "Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque es espíritu está dispuesto, pero la carne es débil» Esta es la clave de la necesidad de la oración comunitaria ante las tentaciones y debilidades del cuerpo. Jesús quiere hacer esta experiencia comunitaria de oración con sus más allegados. Pero una y otra vez este pequeño grupo de discípulos no puede mantenerse en vigilia orando. Los discípulos no llegan a comprender la importancia de ese momento y como hombres débiles fracasan en cada intento, por eso Jesús, sólo se limita a pedirles que no decaigan, que estén despiertos. La presencia y el intento de los discípulos, a pesar de todo,  valió la pena y fue suficiente para el Señor.
Jesús quiere mostrar en este hecho de vida,  que en las circunstancias de  sufrimientos, la tentación de alejarse  de la comunión con Dios Padre es muy grande. Y es necesaria la oración no solo personal sino también comunitaria. 

Jesús, en profunda comunión con el padre expresa: "«Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya»." Aquí vemos con claridad el peso de llevar el  sufrimiento de los  pecados de toda la humanidad y de todos los tiempos. Pero con el amor  y fidelidad de siempre Jesús asume esta tremenda  carga, que sólo él puede llevar. Ningún otro hombre podría hacerlo.

Jesús podría haber llevado esta carga haciendo uso de su divinidad, pero decide hacerlo humanamente soportando todo lo insoportable hasta la muerte de cruz.

Segundo Misterio: Jesús es flagelado

"Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado." (Mc 15, 15)

Este es un momento de dolor en el cuerpo de Jesús, juzgado con mentiras y calumnias. Es un martirio. Jesús soporta sufre y transita este trago amargo, porque no pierde de vista su amor por la humanidad y la salvación de los hombres, fiel a la voluntad del Padre. Aquel que nos servía con sus enseñanzas , signos y milagros, manifestando en la vida concreta el Reino de Dios,  ahora lo hace con su cuerpo sufriente. El amor del Padre a través del Espíritu Santo lo sostienen. En este momento se encuentra sólo abandonado y traicionado:" Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado». Apenas llegó, se le acercó y le dijo: «Maestro», y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Entonces todos lo abandonaron y huyeron." (Mc. 14, 43-46.50)
No podemos negar que en la actualidad este hecho, el flagelo, abandono y traición se sigue repitiendo entre los hombres. Y en estos sufrientes Jesús vuelve a padecer con cada uno de ellos.

Tercer Misterio: Jesús es coronado con una corona de espinas.

"Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: «¡Salud, rey de los judíos!», y lo abofeteaban." (Jn 19, 2-3)
Las burlas y el sufrimiento no se detienen. Se ensañan y ridiculizan al justo, al Hijo de Dios. Estos hombres no saben quien es aquel a quien proporcionan tales sufrimientos y provocaciones. Jesús los ama en todo momento , ahora más que nunca. Él es el cordero que, amando sin condicionamientos, los salvará a ellos y a la humanidad. La corona del sufrimiento y las burlas  la padecen muchos hombres en la actualidad y Jesús con ellos. Con cada paso de Jesús en su pasión, es más grande su amor y perdón.

Cuarto Misterio: Jesús lleva la cruz

"Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota»." (Jn.19, 16-17)

La realidad de este hecho conmociona a las personas en lo más profundo de su Ser. Es Jesús el Justo, el Santo, el Hijo de Dios, que lleva bajo sus hombros el peso y el dolor de todos los pecados de la humanidad. No hay mayor acto de Amor que asumir la realidad del pecado de todos los hombres y llevarla a cuestas, para ser redimidos, perdonados, recuperando así  la alianza perdida con Dios. Es un acto de Amor que no tiene dimensión, es misterio de al Amor de Dios. No se puede comprender ni racionalizar tal como  lo hacen las ciencias. La opción libre que hace Jesús por la humanidad, siempre se encuentra dentro del misterio divino que nos supera y trasciende. Sólo con los ojos de la fe el corazón del hombre puede acercarse y experimentar tal sublime Amor. ¿Cómo podemos hablar de amor en tanto sufrimiento? El sufrimiento, el dolor,  es otro gran misterio que el hombre ha buscado entender, pero nunca podrá comprender en su plenitud su verdadero sentido. El dolor necesario de Jesús es incomprensible para la mente pequeña del hombre. Sólo los corazones humildes y sencillos lograron acercarse y vislumbrar este gran misterio de cual siempre huimos. La Cruz de Jesús es la Cruz redentora en donde todo es redimido y perdonado al hombre. Nada queda fuera de es ese acto de amor misericordioso. La cruz es la muestra de amor más grande que Dios hizo por el hombre, y nada se le puede parecer en esta tierra. La cruz es fuente de sanidad y redención: "Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!»." (Mc 15, 39)

Quinto misterio La muerte de Jesús en la cruz

"Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu." (Jn 19, 28-30)

Recién mencioné el amor de la Cruz, ahora es necesario reconocer la manifestación real y concreta de la Santísima Trinidad: el Dios Único, el Dios vivo: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo," (Mt. 28,19) .

Jesús reclinando la cabeza entrega el Espíritu Santo a su Padre y el Padre recibe el Espíritu Santo que luego lo resucitará al tercer día. Aquí se encuentra explícito el amor que se entrega, se dona y se recibe. Se pone en evidencia la cercanía y dinamicidad existente en las Personas de la Santísima trinidad. Esta dinamicidad del amor es a  la que nos invita este momento de dolor y victoria. En este hecho, al igual que en toda la vida pública  de Jesús, la Trinidad se hace presente y se expresa como lo que es en si misma: Donación, Entrega y  Amor Puro. Ningún acontecimiento en la historia es tan sublime como éste. La muerte ha sido vencida: "Porque así como el pecado reinó produciendo la muerte, también la gracia reinará por medio de la justicia para la vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor" (Rom 5,21).

 La Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo hace victoria sobre el mal en la tierra: "Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto." (Jn 17, 1-13)  

La muerte de Jesús, no es una más, es el sacrificio del mismo Dios por el hombre. Dios encarnado, el verdadero cordero de expiación  de los pecados del hombre ha justificado a la humanidad, quedando ésta  redimida y exaltada para toda la eternidad: "Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Rom 5, 1-2)

La muerte de Cruz es el misterio de Amor más incomprensible del hombre. Muchos sólo ven  a un hombre colgado  de un madero: "Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos," (1Cor 1, 22-23).  Sólo María, la mujer que acompaña a su Hijo, es consciente de este misterio que sobrepasa a todo hombre. Dicha  victoria de la que María tiene certeza,  no le quita el dolor de ver a su hijo clavado en la cruz. La sostiene y fortalece. 

El hombre con fe y esperanza se ve siempre fortalecido y sostenido por esta Victoria de Jesús, por Voluntad del Padre y acción del Espíritu Santo.

Para orar con María contemplamos los misterios y por cada uno de ellos rezamos un Padre nuestro, diez Ave maría y un gloria.

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